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Podía sentir a Dios siempre conmigo, pero no quería hablarle

A mis 18 años, no recordaba la vida sin mi hermano. Cuando empecé a tener uso de razón, ya mi mamá estaba embarazada y, me decían:
“Vas a tener un hermanito”.

Él siempre estuvo. No existió la vida sin él.

De hecho, para mí, no existiría la vida sin él. Siempre pensé que envejeceríamos a la par pero, “yo moriría primero, porque soy la mayor”.

No “se suponía” que debía aprender a vivir sin él. “Se suponía” que él siempre iba a estar.

A mi hermano lo atropellaron mientras iba en su bicicleta. El golpe en la cabeza fue tan fuerte que los doctores no podían hacer nada. Murió el 22 de enero de 2010. Sólo tenía 17 años.

Sí, así de rápido como lo leíste, me cambió la vida… porque todo lo que “se suponía” se derrumbó. Un viernes yo tenía a mi hermano, como todos los días, como hoy tienes a los que te rodean… Y al día siguiente, se fue para siempre. No hubo tiempo ni para despedirme…

Soy cristiana desde niña y hablar con Dios siempre fue algo muy natural y cotidiano para mí. Pero, después de perder a mi hermano, yo no quería hablar con EL.

Podía sentir a Dios siempre conmigo, pero no quería hablarle. Viví como en piloto automático por varios años, sintiéndolo pero tratando de ignorarlo. ¿Te has sentido así?

Hasta que mi cumpleaños #25 llegó. Ese día era también Viernes Santo, algunos recordaban la crucifixión de Cristo de distintas formas.  Dos acontecimientos el mismo día.

Dentro de mí, reflexionaba en lo insignificante que era celebrar un año más de vida en comparación con todo lo que Jesucristo había hecho por mí en La Cruz.

¿De qué me servía seguir cumpliendo años sin ÉL?
Apartada de ÉL, mi vida no tenía ningún sentido.

“¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?
Házmelo saber, si tienes inteligencia.”
– Job 38:4

Desde ese día, volví a hablar con ÉL. Pero, no como antes. Porque aún no sanaba. Aún me sentía herida.

Así que, EL despertó en mí el deseo de buscar una iglesia. Fui a muchas, hasta que llegué a una donde me enseñaron  a adorarle aún en medio de mi dolor.

Adorarle significa decirle “No importa lo que me quitaste, sólo importas TU”, y eso NO era fácil, porque claro sí que me importaba mi pérdida y mucho y me dolía.

No sabía que mientras yo le adoraba, EL estaba sanando mi corazón.

Dios es Soberano y sé que a veces, duele mucho aceptarlo.

Sé que sientes que necesitas una explicación de parte de Dios. No la necesitas.

No necesitas nada. Sólo lo necesitas a EL, EL es suficiente.

No vas a sanar entendiendo el por qué de todo lo que te pasa. Sanas cuando adoras a Dios reconociendo que, para ti, EL es más importante que tu situación, tu dolor o tu problema.

Puedes orar como yo oraba y le decirle:
“Señor, no entiendo… Pero, TÚ sí. Y eso es suficiente para mi. TÚ eres suficiente para mi”.

¿Qué cosas o personas “se supone” que siempre estarán en tu vida?

Entrégaselas a Dios hoy. Dile que Él es el dueño de todo y que no necesitas más, sólo a EL.

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Categories: Testimonios

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