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Palabra

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Juan 3:5

Meditación

En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.

Mateo 18:1-5

El Señor estaba hablando de pasar a una vida nueva. Desvía la atención de los discípulos del tema de tener una posición elevada en el reino hacia otro asunto que sí tenía importancia, importancia fundamental. Esto es el de asegurarse la entrada en ese reino. La afirmación fue tan radical como cuando dijo: \”En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios\”. Enfatizando, también, en el nuevo nacimiento. Necesitamos tanto volvernos como hacernos como niños en el sentido de nacer otra vez. Cuando nacemos de nuevo, comenzamos a vivir espiritualmente como niños.

¿Cómo nacemos de nuevo?

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

Juan 3:5

Pues ustedes han nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece. Porque todo mortal es como la hierba,  y toda su gloria como la flor del campo; la hierba se seca y la flor se cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra del evangelio que se les ha anunciado a ustedes.

1 Pedro 1:23-25

Este nuevo nacimiento no era algo literal o físico, sino que sería producido por el poder de la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. Con esto vemos que el Señor no se propone mejorar nuestra naturaleza caída, sino hacer algo completamente nuevo en nosotros.

Debemos ser como niños, además de mantenernos con la actitud de dependencia de los niños hacia sus padres para crecimiento espiritual en el camino del Señor.

¿Desea Dios que seamos como niños, pero que crezcamos espiritualmente como adultos en el camino del Señor?

Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.

1 Pedro 2:2-3

 Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.

Hebreos 5:13-14

Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.

2 Pedro 3:18

Así como los bebés se aferran con ansia al biberón, los creyentes necesitamos ansiar el alimento de la Palabra de Dios. La figura de los bebés es adecuada para describir la actitud que se espera de nosotros los hijos de Dios; cuando ellos ven el biberón, comienzan a mover sus manos, su boca, sus pies para tratar de aferrarse a ese biberón.

Con apetito por la Palabra de Dios nosotros creceremos en la gracia y el conocimiento de Cristo, y nos desarrollaremos como creyentes. No queremos mantenernos en un estado de infancia. Debemos recordar que los niños pequeños en comparación con los hombres maduros se encuentran en diferentes estados de crecimiento y desarrollo. Los niños pequeños necesitan leche para poder crecer, para poder llegar a ser un hombre o una mujer.

 ¿Cómo crecemos los cristianos?

Pues crecemos estudiando la Palabra de Dios, pasando tiempo en su Presencia. No existe crecimiento aparte la Palabra de Dios. No existe crecimiento aparte de la Presencia de Dios.

Oración

Señor, gracias porque ganaste una vida nueva para nosotros. Ahora entendemos, que deseas de nosotros la actitud de niños dependientes de sus padres para alimentarse así como también la  madurez que esta alimentación bien suministrada debe proporcionarnos. El Espíritu Santo utilice las Palabras que han salido de tu boca para alimentar nuestro corazón, alma, espíritu. Te bendecimos. Gracias por tu palabra, gracias por tu Espíritu. Amén.

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Categories: Devocional

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