Todos importan, incluyéndote

Hoy te invito a leer: 1 Corintios 12

El cuerpo humano es complejo. Nuestros 78 órganos funcionan individual y colectivamente. Una docena de sistemas distintos coexisten a la perfección.

Dios creó cada parte de nuestro cuerpo con un propósito específico. Las manos recogen objetos, escriben letras y conducen el automóvil. Los pies nos llevan calle abajo, escaleras arriba. Nuestros corazones se aseguran de que la sangre llegue a cada centímetro de nuestro cuerpo y nuestro cerebro supervisa y regula las actividades corporales.

¿Qué sería del corazón sin vasos para llevar su fuerza vivificante? ¿Y qué sería de nuestro cerebro sin esa sangre para alimentarlo? Todas las partes deben trabajar juntas en armonía, para que el cuerpo como un todo prospere.

Lo mismo ocurre con la iglesia. Cuando entregamos nuestras vidas a Jesús, nos unimos al cuerpo de creyentes. Cada uno de nosotros tiene diferentes talentos y habilidades. Pero cada persona es vital, incluso si sus dones y servicios no son tan visibles como los de los demás.

\”Hay distintas clases de dones espirituales, pero el mismo Espíritu es la fuente de todos ellos.  Hay distintas formas de servir, pero todos servimos al mismo Señor.  Dios trabaja de maneras diferentes, pero es el mismo Dios quien hace la obra en todos nosotros. – 1 Corintios 12: 4-6

\”El cuerpo humano tiene muchas partes, pero las muchas partes forman un cuerpo entero. Lo mismo sucede con el cuerpo de Cristo. ” – 1 Corintios 12:12

Eres único en la iglesia. Tus dones, habilidades y experiencias no se parecerán a los de nadie más, y eso es algo bueno. Nos necesitamos unos a otros para que el cuerpo funcione con eficacia.

Entonces, en lugar de intentar ser otra persona, pídele a Dios que te ayude a crecer en los dones y habilidades que Él te ha dado. Porque cuando todos en la iglesia conocen y operan en sus dones, el mundo obtiene una imagen más completa y mejor del Dios que representamos.

Hoy te invito a meditar en esto:

• ¿Sabes cuáles son tus dones espirituales?
• ¿Cuándo fue la última vez que le dejas saber a las personas de tu casa, tu trabajo o tu círculo de amigos lo que aprecias de cómo Dios los hizo?

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