Hoy te invito a leer conmigo Lucas 2: 25-33.

Lucas nos habla de un hombre llamado Simeón que recibió una promesa de Dios. Dios le prometió a Simeón que se encontraría con el libertador de Israel antes de morir. El pueblo de Israel había estado esperando cientos de años a su salvador, el Mesías. Entonces, un día, el Espíritu Santo impulsó a Simeón a ir al templo. Simeón obedeció y se encontró con el niño Jesús ese día.

Como Simeón, Dios a veces nos da promesas que son personales para nuestra propia historia. Quizás Dios te dio el deseo de tener hijos y cuatro años después no pasó nada. Quizás Dios te habló de ese miembro de la familia que necesita una relación con Jesús, pero cientos de invitaciones y conversaciones después, esa persona está tan lejos de Dios como siempre. Tal vez llevas años orando por tus seres queridos sin respuestas.

Números 23:19 nos recuerda, “Dios no es un hombre, por lo tanto, no miente.     Él no es humano, por lo tanto, no cambia de parecer. ¿Acaso alguna vez habló sin actuar? ¿Alguna vez prometió sin cumplir? \”

Esperar para encontrarse con Jesús no fue fácil para Simeón, de la misma manera que esperar para ver las promesas cumplidas tampoco lo es para nosotros. Pero no importa lo que Simeón enfrentara en la espera, podía encontrar esperanza sabiendo que Dios no había terminado. Dios cumplirá sus promesas y siempre termina lo que comienza. Entonces, si la situación no es buena, y si las promesas de Dios aún no se cumplen, entonces Dios no ha terminado todavía, NO PIERDAS LA ESPERANZA.

Dios, gracias por cumplir Tu promesa de salvar al mundo enviando a Jesús. Has probado que puedo creerte. Cuando me sienta tentado a dudar de Tus promesas, ayúdame a recordar que Tú siempre cumples.

Benciones,

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