Darnos cuenta de que hemos pecado debería causarnos dolor. No hay nada divertido en saber que has herido a alguien que amas, y esa pena sólo se intensifica cuando a quien has herido es a Dios.

La buena noticia para todo cristiano es que tenemos una salida a nuestro dolor. Una vez que hemos confesado nuestro pecado a Jesús y nos hemos alejado de la causa, es hora de dejar de afligirnos también. Puede que no nos sintamos perdonados inmediatamente, pero lo estamos.

Jesús pagó por nuestro pecado de una vez por todas.

No podemos avanzar si todavía nos estamos castigando por el pasado. Esa es la misma lección que el pueblo de Dios tuvo que aprender en Nehemías 8:1-12. Lloraban y se afligían por lo mucho que se habían alejado de Dios. Entonces Esdras, un maestro de la ley, y Nehemías, el gobernador, dijeron: \”«Este es un día sagrado delante de nuestro Señor. ¡No se desalienten ni entristezcan, porque el gozo del Señor es su fuerza!»….\” (Nehemías 8:10)

Nehemías y Esdras no estaban dando permiso al pueblo para pecar. En cambio, estaban redirigiendo la atención del pueblo: Dejen de concentrarse en lo malos que somos y empiecen a concentrarse en lo grande que es Dios.

Ninguna cantidad de arrepentimiento podría deshacer el pasado. Los corazones del pueblo estaban arrepentidos, y era hora de seguir adelante. Es orgulloso pensar que podemos ganar nuestro camino de vuelta a la gracia de Dios. Aceptar su perdón inmerecido es una fidelidad.

Cuando le damos más importancia a lo que hicimos que a lo que Jesús hizo por nosotros, nos pasaremos la vida agobiados por el miedo y la vergüenza. Cuando confiamos en que el sacrificio de Jesús fue suficiente, recibimos una gracia abundante y eterna.

Hacer de la alegría del Señor nuestra fuerza es elegir creer que, a pesar de todo, Él realmente nos ama y nos perdona. Actuar con su fuerza es elegir su gracia por encima de nuestra vergüenza.

¿Cuál es una forma en la que has experimentado la gracia de Dios?

https://www.youtube.com/watch?v=wcK6N4p2VM4

 


¿Tienes una relación con Jesús, que promete ayudarte en las dificultades? Si no es así, puedes empezar una hoy mismo.

¿TE GUSTARÍA HACERLO?

Si tu respuesta es ≪sí≫, entonces puedes hacer una sencilla oración, como la siguiente:

«Jesús, me arrepiento de mis pecados y quiero que vengas a mi vida. Quiero que me hagas una nueva persona y me ayudes a enfrentar las situaciones que vendrán. En el nombre de Jesús, amén.»

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