Muchas veces no nos damos cuenta qué con nuestras acciones menospreciamos a otros, no honramos su esfuerzo, su valor y los humillamos.
Te daré un ejemplo muy común :
llegas a la iglesia y ves a una amiga con una combinación de ropa no muy agradable a tus ojos y le dices:
- Hola, y ese estilo de ropa de donde lo sacaste? (con cierto nivel de sarcasmo)
- María, tiempo sin verte, qué gorda estás, qué te pasó?
- y tú aún estás soltera? Se te va a pasar el tren, ya todos se casaron menos tú…
Y así podría mencionar infinidades de Ejemplos.
No somos prudentes a la hora de hablar ni pensamos en las batallas internas qué llevan las personas cada día y nuestra altivez disfrazada de humildad lo único qué hace es dañar el corazón de los demás.
Si alguien te regala algo, agradece. Si alguien te toma en cuenta para algún puesto sé responsable y valora los detalles.
Nuestras acciones también reflejan qué tanto amamos a los demás. Ahora entiendo la famosa frase \”no hagas lo qué no te gusta qué te hagan a ti\”
Creo qué por un momento nos parece más importante qué un jefe vea el buen trabajador qué soy en la oficina porque me pagan, qué para mí esposa he hijos ser un buen ejemplo.
La altivez es creer qué todo lo sabemos y qué por donde vamos está bien, sin embargo los humildes rectifican sus caminos, examinan sus acciones y oran al Espíritu Santo qué los ayude a ser perfeccionamos cada día por la Gracia inmerecida de Dios.
El menosprecio no solamente se ve con malas palabras, sino con lo qué no decimos, las intenciones, los pensamientos.
Vamos a pedirle al señor ser verdaderos, genuinos en toda nuestra forma de vivir y tratar a las personas con amor.
Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón.
Salmos 26:2
Oremos qué Dios entré a lo más profundo de nuestro ser y nos transforme.
Pará qué un cambio ocurra, yo debo estar dispuesto a renunciar a mi yo para qué Cristo Reine.
BENDICIONES 🤗
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