¿Has oído alguna vez a algún cristiano hablar de lo que hace \”por Dios\”? Es una frase extraña cuando te paras a pensar en ella.
Pues todos los animales del bosque son míos, y soy dueño del ganado de mil colinas. Conozco a cada pájaro de las montañas, y todos los animales del campo me pertenecen. Si tuviera hambre, no te lo diría a ti, porque mío es el mundo entero y todo lo que hay en él. – Salmos 50:10-12
Después de todo, todo en el mundo pertenece a Dios. Él no necesita nada de nosotros. Él es quien nos provee, no al revés.
Haz que la gratitud sea tu sacrificio a Dios y cumple los votos que le has hecho al Altísimo. Luego llámame cuando tengas problemas, y yo te rescataré, y tú me darás la gloria». – Salmos 50:14-15
Toda la actividad espiritual del mundo no significa nada si simplemente hacemos lo que creemos que debemos hacer. A Dios le importa mucho más el estado de nuestro corazón que la actuación que hacemos para los demás.
Pero Dios dice a los perversos: «¿Para qué se molestan en recitar mis decretos y en fingir que obedecen mi pacto? – Salmos 50:16
Cuando vemos a Dios como realmente es, queremos escuchar lo que Él piensa.
A medida que nuestra comprensión de la grandeza de Dios crece, también lo hace nuestro amor y admiración. Cuando vemos a Dios como \”el Poderoso, el Dios el Señor\”, nos sometemos a su voluntad en lugar de pedirle o exigirle que se someta a la nuestra (Salmo 50:17-21).
Confiamos en que Él sabe más y buscamos su ayuda, sabiendo que sus caminos son más elevados que los nuestros.
Pues así como los cielos están más altos que la tierra, así mis caminos están más altos que sus caminos y mis pensamientos, más altos que sus pensamientos. – Isaías 55:9
Cuando vemos a Dios como realmente es, queremos escuchar lo que piensa y poner en práctica sus palabras.
La lectura de la Biblia deja de ser un elemento más de nuestra lista de tareas, y se convierte en un momento apreciado de nuestro día. En lugar de hablarle a Dios de una forma superficial, nos encontramos ansiosos por escuchar lo que Él tiene que decir. Nos entusiasma la idea de servir y de ver a Dios aparecer. Damos lo mejor de nosotros y lo primero porque queremos experimentar su bendición, y Él está esperándonos con los brazos abiertos para dárnosla.
Dios no necesita nada de nosotros, pero sí quiere algo para nosotros. Quiere que le conozcamos.
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