Ninguno de nosotros se ha despertado nunca y ha pensado: \”Espero tener un día terrible hoy\”. Podríamos esperar tener un mal día o preocuparnos por tener un mal día, pero estas emociones no son esperanza. La esperanza es creer que Dios obra todas las cosas para nuestro bien. En Lucas 1: 39–56, María escribe una canción sobre las cosas maravillosas que Dios ha hecho y hará, esperando que lo mejor esté por venir. Ella escribe esto después de ir a visitar a Isabel, a quien Dios le prometió que estaría embarazada en su vejez. El canto de María no es un optimismo ciego, sino el canto de una mujer que tiene esperanza.
Hay una diferencia entre tener esperanza y tener un deseo. Desear es un pensamiento optimista que no requiere ninguna acción; la esperanza se trata de confiar. Desear que la tienda tenga tu helado favorito cuando llegues es solo una idea. La esperanza es llamar con anticipación, saber que está disponible y luego confiar en que el gerente lo dejará a un lado para usted. Nuestra esperanza es tan valiosa como la persona o cosa en la que la colocamos.
Dios no miente, así que cuando hace una promesa podemos estar seguros de que se hará realidad. La vida de Maria no siempre fue fácil. Estaba a punto de ser una joven embarazada y soltera. No tenía idea de que 33 años después, sería testigo de la crucifixión de su hijo. Y cuando Jesús murió, María no sabía que volvería a la vida. Pero ver la fidelidad de Dios en el pasado es lo que le dio la confianza de que, sin importar sus circunstancias, podía poner su esperanza en Él. Eso es lo que también nos da esperanza.
No solo somos optimistas de que lo mejor está por venir. Como María, podemos tener la esperanza de que lo mejor está por venir porque nuestro Dios dice que sí, y siempre cumple su palabra.
Te invito a orar conmigo hoy esta pequeña frase:
Jesús, gracias por darme esperanza como ancla para mi alma. Eres un hacedor de promesas y un cumplidor de promesas. Ayúdame a recordar eso hoy.
Bendiciones.
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