Jesús nos enseñó está oración: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”
– Mateo 6:9-10
Jesús también oró de esta manera: “Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad” Mateo 26:42
La palabra del Señor dice que su voluntad es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2).
En muchas ocasiones decimos, pero si la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta ¿por qué estoy pasando por el fuego? Cuando estamos siendo procesados en ese momento no nos parecerá la voluntad de Dios buena, agradable y perfecta, pero una vez podamos salir de ello encontraremos la razón.
Cuando Jesús oró por segunda vez antes de ser arrestado sabía lo que le sucedería por eso oró al Señor de esa manera, a pesar de conocer el sufrimiento que tendría al aceptar la voluntad de Dios, Él no tuvo miedo porque ama a Dios más que su propia vida y entendió el propósito y que esto era necesario.
Hacer la voluntad de Dios implicará dejar a un lado muchas cosas que el mundo utilizará para atraernos, por eso en muchas ocasiones Pablo nos escribe que presentemos nuestro cuerpo en sacrificio vivo. Hacer la voluntad de Dios implica que muchas veces no entendamos el por qué de las cosas, pero aún así seguimos amando a Dios con nuestras fuerzas y vivimos confiados en que un propósito mayor existe. Si esto no fuera así ¿cómo Jesús a pesar de que sabía lo que padecería aun asi dijo Padre hágase tu voluntad? ¿y si Jesús no hubiere hecho eso qué pasaría con la humanidad? A decir verdad, hoy en día no hubiese esperanza de salvación, pero la tenemos gracias a aquel que hizo la voluntad de Dios.
Así que hacer la voluntad de Dios debe ser nuestra prioridad más que agradar a los demás y se que un paso un poco más difícil es aceptar su voluntad, pero Dios está bajo control de todo.
Cuando Pablo viaja a Jerusalén (Hechos 21) todos le profetizaron lo que le iba a suceder, pero el dijo “Yo estoy dispuesto no solo ser atado, sino también estoy dispuesto a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús” esto nos enseña que cuando queremos hacer la voluntad de Dios no nos importará padecer porque nuestro amor y deseo de agradarle sobre pasa cualquier deseo de evitar el sufrimiento.
Se que muchas veces es difícil hacer la voluntad de Dios y sobre todo aceptarla, pero oremos como el salmista “Señor enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud”. Salmos 143:10
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