Leamos Isaías 6: 1-5

El año de la muerte del rey Uzías, vi al Señor excelso y sublime, sentado en un trono; las orlas de su manto llenaban el templo. Por encima de él había serafines, cada uno de los cuales tenía seis alas: con dos de ellas se cubrían el rostro, con dos se cubrían los pies, y con dos volaban. Y se decían el uno al otro: «Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria».  Al sonido de sus voces, se estremecieron los umbrales de las puertas y el templo se llenó de humo. Entonces grité: «¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos, ¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso!»

Dios le habla a Isaías y podemos ver qué lo primero que Isaías percibe es su pecado y lo sucio que estaba ya sea por el pecado propio o por el que le rodeaba, esto nos hace meditar en la santidad de Dios  la cual al momento de acercarnos a Él nos muestra o nos hace sentir lo sucio que estamos; en ese momento aún no había llegado el mesías a la tierra, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo y entonces seguimos leyendo; Isaías 6:6-7 En ese momento voló hacia mí uno de los serafines. Traía en la mano una brasa que, con unas tenazas, había tomado del altar. Con ella me tocó los labios y me dijo: «Mira, esto ha tocado tus labios; tu maldad ha sido borrada, y tu pecado, perdonado».

Así mismo es Jesús en nuestras vidas hoy, al aceptarlo como Señor y salvador, comienza ese proceso el cual algunas veces puede ser inmediato como lo fue con Isaías pero en otros tomara su tiempo en cualquiera de los casos, el Señor está en control y es entonces cuando el Señor le pregunta en Isaías 6: 8 Entonces oí la voz del Señor que decía: —¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Y respondí: —Aquí estoy. ¡Envíame a mí!

Nuestra oración hoy es para que, así como Isaías nosotros también podamos responder a tu llamado Padre y decir, aquí estoy, envíame a mí! Ayúdanos a estar atentos a lo que nos dices, a poder ser Santificados atreves de tu hijo Jesús y a responder a nuestro propósito en ti diciendo aquí estoy, todo esto te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.

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