No tienes que ir a la guerra para sentir que estás atrapado en una batalla interminable. Tal vez estás luchando por horas en el trabajo mientras las cuentas se siguen acumulando. Tal vez estás luchando por un matrimonio que se siente como si se estuviera desmoronando. O tal vez estés luchando contra una enfermedad que parece imposible de superar.

A menudo las batallas de la vida parecen insuperables, y no sentimos que tengamos la fuerza para salir adelante. David, el escritor del Salmo 18, conoce bien ese sentimiento.

Antes de que David escribiera el Salmo 18, estaba luchando por su vida. El rey Saúl se había propuesto matarlo, y parecía tenerlo todo de su parte: armas, guerreros y riquezas estaban al alcance de su mano. Pero David tenía a Dios de su lado, y sabía que el poder de Dios era más que suficiente.

 

El mismo Dios que luchó por David está luchando por nosotros hoy.

Dios hizo todo el trabajo necesario para derrotar a Saúl. La responsabilidad de David era escuchar a Dios, obedecer sus órdenes y confiar en que Dios se encargaría del resto (Salmo 18:20-30).

El mismo Dios que luchó por David está luchando por nosotros hoy. Cuando invocamos al Señor en nuestra angustia, Él nos escucha y actúa en nuestro favor.

Pero en mi angustia, clamé al SEÑOR; sí, oré a mi Dios para pedirle ayuda. Él me oyó desde su santuario; mi clamor llegó a sus oídos. – Salmo 18:6

En nuestro afán por superar el dolor, podemos ser rápidos para actuar y lentos para escuchar. Pero la experiencia de la fuerza de Dios se produce cuando aprendemos a ser más como David: rápidos para escuchar y lentos para tomar el asunto en nuestras manos.

¿Qué batallas estás librando por tu cuenta que necesitas entregar a Dios?

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Categories: Devocional

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