Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús.
– 1 Tesalonicenses 5:18

Cuando usted no sepa qué decir o hacer, diga \”¡Gracias!\”

A veces sentimos que no sabemos qué hacer.  Nos preguntamos cuál es la voluntad perfecta de Dios.

Ciertamente, la voluntad de Dios no es que comencemos a preocuparnos y a tener miedo de perder Su voluntad.  En cambio, debemos permanecer en la fe, sabiendo que Dios está trabajando y guiándonos incluso cuando no somos conscientes de ello.

Dios no es responsable de las cosas malas que se nos presentan en la vida: el diablo y las personas tienen la culpa.

Pero cuando comenzamos a quejarnos y criticar, nos salimos de la fe, la alegría y la paz de estas fuerzas espirituales (el \”fruto\” del espíritu) que son para nuestra protección.

Entonces podemos, y debemos, siempre agradecer a Dios en todo momento.
Deberíamos desarrollar el hábito de tener una actitud de gratitud.

¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
– 1 Corintios 15:55-57

¡Nuestro Dios es asombroso! 
Puede cambiar las cosas malas y quitarles el aguijón. El mismo dio su vida por nosotros para que vivamos una vida llena de paz, alegría y confianza plena en Él.

Cuando permanecemos en la fe, siempre agradecidos, el aguijón se elimina que viene contra nosotros.  Entonces, en lugar de destruirnos, puede convertirse en un trampolín para llevarnos a un lugar más alto de bendición.

Entonces, aunque Dios no es realmente responsable de ninguna de las cosas malas que suceden, debemos estar agradecidos siempre, sin importar lo que suceda.

Una actitud de gratitud constante proporciona un escudo de fe que nos protege y le permite a Dios actuar libremente en nuestras vidas, trayendo bendición y liberación.

 Entonces, cuando algo malo sucede en tu vida, no te quejes.  No critiques a Dios ni a las personas.  No te golpees en la cabeza.   

Simplemente comience (y continúe) a decir cosas como:
“Gracias Señor, que estás conmigo para guiarme y ayudarme, que me amas, que estás trabajando en mi vida, que me proteges y me preservas y me libras del mal, ¡y que ninguna arma formada contra mí prosperará o prevalecerá!”

Las palabras más apropiadas que puedes pronunciar son \”¡Gracias!\”

Repita esto el día de hoy: ¡Gracias, Señor Jesús!

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