El Señor quiere que le prestemos atención, pero a veces ignoramos su voz y desaprovechamos sus bendiciones. Aprender a escuchar a Dios es tan importante como aprender a hablar con Él, si no más. Por lo general, nos resulta mucho más fácil decir una oración que sentarnos en silencio y esperar lo que Él tiene que decir.
Puesto que la conversación bidireccional es esencial en una relación, ser capaz de escuchar la voz del Señor es una parte vital de la vida cristiana. A veces tenemos la idea de que después de ser salvos, conocemos a Dios de manera instantánea. Pero eso no es cierto en ningún tipo de relación. Así como llegamos a conocer a otra persona al comunicarnos, también llegamos a conocer mejor a Dios al escucharlo y hablar con Él.
No solo necesitamos oídos para escuchar su voz, sino que también debemos tener discernimiento para entender lo que está diciendo. Estar fundamentados en las Sagradas Escrituras agudiza nuestro discernimiento y nos protege del engaño. ¿Ha considerado usted alguna vez que el descuidar la lectura de la Palabra de Dios es rechazarlo a Él? El Señor clama una y otra vez.
¡Oh, si mi pueblo me escuchara! ¡Oh, si Israel me siguiera y caminara por mis senderos!
– Salmos 81:13
Él está listo y dispuesto a hablar con quienes se humillan, se toman el tiempo para escucharlo y lo obedecen.
Te invito a leer Salmo 81:8-16
Bendiciones.
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