Un día, un niño que cuidaba ovejas decidió hacer una broma pesada. A todo pulmón, gritó: \”¡Lobo!\”. Todos los que lo oyeron corrieron a rescatarlo. Pero no había ningún lobo.

El niño repitió esta broma una y otra vez. Llegó un día en el que un lobo era realmente una amenaza para su vida. El niño gritó frenéticamente pidiendo ayuda: \”¡Lobo! Lobo!\” Nadie vino. El niño había engañado a otros día tras día y finalmente cosechó las consecuencias de estas acciones.

En Jeremías 14, la nación de Judá se había metido en una posición bastante incómoda. Habían hecho el mal repetidamente. Dios finalmente les dio el castigo que merecían. \”Esto es lo que dice el Señor a su pueblo: Os gusta alejaros de mí y no os contenéis. Por eso, yo… os castigaré por vuestros pecados\”.

 Entonces dije: «Oh Señor Soberano, el pueblo ha sido engañado por lo que dijiste, porque prometiste paz para Jerusalén. ¡Sin embargo, la espada está en su cuello!». – Jeremías 4:10

Dios disciplina y Dios corrige. Sus acciones son una prueba de su amor. Al igual que un padre corrige la imprudencia de su hijo, el Señor nos corrige.

Hijo mío, no rechaces la disciplina del Señor ni te enojes cuando te corrige.
Pues el Señor corrige a los que ama, tal como un padre corrige al hijo que es su deleite. – Proverbios 3:11-12

En esos momentos, podemos expresar fácilmente nuestra pena, especialmente cuando queremos evitar el castigo. Sin embargo, es un cambio genuino en nuestras acciones lo que hace una diferencia duradera.

¿Hay algún área de tu vida en la que estés luchando repetidamente con el mismo pecado?

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