Cada uno de nosotros tiene una historia sobre cómo llegó a conocer a Jesús. Ya sea que hayamos conocido a Jesús cuando éramos niños, adolescentes o la semana pasada, el momento en que lo conocimos fue poderoso y significativo.
Pero al igual que cualquier otra relación, el encuentro es sólo el comienzo de la historia.
Una vez que conozcamos a Jesús, debemos : \”seguir sus pasos. Arráiguense profundamente en él y edifiquen toda la vida sobre él. Entonces la fe de ustedes se fortalecerá en la verdad que se les enseñó, y rebosarán de gratitud.\” (Colosenses 2:6-7).
Piensa en las personas con las que vives tu vida. Ellos te ven en lo mejor y en lo peor. Te conocen íntimamente y, por eso, su opinión tiene más peso que la de cualquier otra persona.
Cuando damos a alguien autoridad en nuestras vidas, y lo utilizan para edificarnos, nos convertimos en la mejor versión de nosotros mismos. Ese es el tipo de relación que Jesús desea con nosotros. Él no nos salva y se olvida de nosotros hasta que lo vemos en el cielo. Su Espíritu vive en nosotros y nos guía en nuestro día a día.
Nuestra relación con Jesús se hace más profunda – se arraiga y se construye – a medida que confiamos en Él y le vemos actuar. Esta convivencia diaria es lo que hace que nuestras vidas rebosen de acción de gracias.
No podemos ni siquiera empezar a \”comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo\” (Efesios 3:18).
Pero a medida que dejamos que Jesús entre en nuestra vida cotidiana, comenzamos a vislumbrarlo.
Bendiciones.
0 Comments