Este es mi mandamiento: ámense unos a otros de la misma manera en que yo los he amado. No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos.
– Juan 15:12-13

Jesucristo es tanto para nosotros: Salvador, Maestro y Señor. Pero, sorprendentemente, también nos llama amigos. ¿Puede usted imaginarse un cumplido más grande del Creador del cielo y de la Tierra? En esta amistad divina, nuestro papel consiste en pasar tiempo con el Señor y conocerlo.

Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo esclavos, porque el amo no confía sus asuntos a los esclavos. Ustedes ahora son mis amigos, porque les he contado todo lo que el Padre me dijo. – Juan 15:14-15

El Señor piensa en nosotros no solo como siervos (aunque eso es lo que somos, ya que hemos sido comprados con su preciosa sangre); también nos ha elevado al nivel de amigos en quienes confía. Por eso dijo a sus discípulos: “porque les he contado todo lo que el Padre me dijo (Juan 15:15). Y hoy tenemos las Sagradas Escrituras completas, que nos dan explicaciones sobre la voluntad, los propósitos, los mandamientos y los deseos de Dios.

Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre. Este es mi mandato: ámense unos a otros. – Juan 15:15-16

Los discípulos fueron bendecidos por tener la oportunidad de vivir e interactuar con el Cristo encarnado. Pero nosotros también somos privilegiados porque podemos tener la misma relación íntima con el Salvador que tuvieron aquellos seguidores del primer siglo. Es más, su Espíritu vive en cada creyente, revelándonos continuamente más del Padre y del Hijo por medio de su Palabra.

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