A ninguno nos gusta compararnos con la fragilidad. Nos gusta que todos nos vean y nos sientan fuertes, ganadores, triunfadores. Pero lo cierto es que nacemos con una fragilidad sin igual. Necesitamos ayuda para alimentarnos, no caminamos sino hasta meses después de nacer. Pero nos gusta ser fuertes. 

Y sí, venimos fuertes porque traemos la vida, el espíritu que nos dio Dios. Y viene siendo un gran tesoro que debemos cuidar al reconocer de dónde viene. Dios nos da la vida y si tenemos una relación estrecha con Él, nos guía, nos protege, nos dirige y no permite que nos desviemos de Su propósito para nosotros. 

Ahora tenemos esta luz que brilla en nuestro corazón, pero nosotros mismos somos como frágiles vasijas de barro que contienen este gran tesoro. Esto deja bien claro que nuestro gran poder proviene de Dios, no de nosotros mismos. – 2 Corintios 4:7 (NTV)

Somos vasijas de barro frágiles en las manos del Poderoso Dios

Estemos conscientes del valor que tiene nuestra vida y, por ende, cuidémonos. Porque por mucho respaldo que tengamos de Dios, somos frágiles y el enemigo está pendiente de cualquier debilidad. Está al acecho y nos trata de hacer resbalar, nos desanima; pero busquemos siempre a Dios para no sentirnos sin valor. 

Cuando nos sintamos desanimados o nos invada el pensamiento de que no merecemos el amor de Dios, recordemos cuánto nos ama y que ya nos perdonó. Cuando te sientes así es porque estás arrepentido de lo que sea que hayas hecho. Ríndelo a los pies de Jesús y pídele que te restaure, cual vasija de barro frágil, ponte en Sus manos. 

Me han olvidado como si estuviera muerto, como si fuera una vasija rota. – Salmos 31:12 (NTV)

No está mal el sentirnos frágiles cual vasijas de barro. Es mejor eso que sentirnos más importantes o fuertes de lo que somos. Depender de Dios es tener la confianza en Su gran poder, en Su gran amor y en Su Majestad. No lo olvidemos nunca que Dios nos ama inigualablemente. 

Oración del día

Señor, Amado Padre, vengo ante Ti con humildad a reconocerte que me gusta sentirme fuerte, infalible y rechazo la idea de ser frágil muchas veces, pero Tú me conoces y entiendes esas debilidades. Las traigo ante Tu presencia para que me fortalezcas en Ti. 
Que yo pueda recordar siempre que soy fuerte en Ti, que Tú me diste este espíritu, esta vida y si te busco, me guías, me diriges, me proteges y no permites que me salga de Tu propósito. En Tus preciosas manos me pongo Padre Amado, este día y siempre, en el nombre de Jesús, amén.

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